Los Knicks de nuevo en la picota, y esta vez con un jugador que arrastra la mercadotecnia de todo un continente detrás. Espectáculo garantizado, como en un buen musical de Broadway: this is New York.
Las críticas arrecian sobre la gerencia Bocker, en especial sobre el Sr Dolan. Que la gestión del también presidente de Cablevision Systems al frente de los de la Gran Manzana ha sido un desastre absoluto no lo niega nadie (imposible olvidar los tejemanejes del dúo casi cómico que formó con Isaiah Thomas, entre otras muchas charlotadas), pero en la decisión particular de dejar escapar a Jeremy Lin existen diversos puntos de vista. Ahí va el de un servidor.
Abandonarse a la pasión y al encanto inherente a la espectacular aparición de Lin la pasada temporada es razonable desde el punto de vista de un fan Bocker. Con los Knicks cuesta abajo y sin sus grandes estrellas (fuera por lesión), el base de Palo Alto emergió como una suerte de mesías de rasgos asiáticos, y los del Madison se agarraron a su efecto para ganar algunos partidos e ilusionar de paso a unos aficionados que llevan más de 10 años aguardando una actuación digna del equipo en los playoffs.
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Hasta aquí todo en orden, pero ahora tratemos de fijar el foco de la objetividad sobre Lin. Un base joven, capaz de anotar pero con problemas a la hora de elegir la mejor opción ordenando el juego del equipo, que el año pasado jugó 35 partidos cifrados en 14.6 puntos, 6.2 asistencias, 1.6 robos y 3.6 balones perdidos. 64 partidos como bagaje profesional, a punto de cumplir 24 años. Una gran historia, un filón en términos de marketing y un prometedor point guard, pero... ¿merecedor de un contrato de 15 millones de dólares por un año de baloncesto?.
Los Rockets, en plena reconstrucción desde sus cimientos, ya ofrecieron un acuerdo disparatado a Landry Fields (20 millones por 3 temporadas) que los Knicks tampoco igualaron. Su propuesta a Lin fue de 25,1 millones también por 3 ejercicios, repartidos irregularmente para evitar que los neoyorquinos decidieran actuar y quedarse con el jugador de ascendencia taiwanesa. En un roster que ya carga con los contratos de Carmelo Anthony, Amare Stoudemire y Tyson Chandler (en la 2014/2015 entre los 3 supondrán 61,538 millones de dólares a la franquicia), firmar a Lin otros 15 millones en ese periodo era a todas luces insostenible. Eso sin contar con el riesgo que supone una apuesta tal por un jugador con todo por demostrar. Que muchos equipos de la liga (como los Nets de un Prokhorov fuera de control) lo hagan es una cosa, pero loar a un equipo que decide no dejarse llevar por la locura es justo y necesario.
El riesgo de que Lin explote en los Rockets existe, y supondría más quejas y ataques a uno de los equipos que más vende del deporte mundial. Pero desde aquí doy un voto positivo a la decisión de dejar ir a Jeremy en esas condiciones, y a la rápida reacción firmando a Raymond Felton para que forme tripleta de bases junto a los veteranos Kidd y Prigioni.
Tras enarbolar en diversas ocasiones la bandera de la crítica más ácida contra la desastrosa gerencia de los Knicks, me muestro dispuesto a asumir mi parte de los palos que volarán hacia la capital del mundo si el último protagonista del sueño americano acaba triunfando en Texas. Quién me ha visto y quién me ve...
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