6 de Enero de 1997. Los Lakers de Dell Harris viajan a Vancouver para rendir visita a los desheredados Grizzlies. Aquel equipo angelino contaba ya en su roster con Shaquille O´Neal, recién llegado a Hollywood desde los Orlando Magic, y con un espectacular rookie aislado emocionalmente del resto de la plantilla: un tal Kobe Bryant. Eran el gérmen del equipo que dominaría la NBA con Phil Jackson un par de años más tarde, pero aún se trataba de una tropa que completaba decentes temporadas regulares para acabar estrellándose en los playoffs ante equipos mucho más trabajados (normalmente los Utah Jazz de Karl Malone y John Stockton). Al timón de aquellos Lakers estaba un base rápido y con talento, que los buenos aficionados recordarán, pero desde luego muy alejado de lo que cualquiera definiría como una leyenda... Nickey Maxwell Van Exel.
Me anticipo a vuestras reacciones: ¿por qué diablos iba este tipo a dedicar unas líneas a un partido sin mayor trascendencia, entre unos Lakers de transición y uno de los peores equipos de la historia de la liga?, ¿ha perdido el norte?. La última pregunta la dejo pendiente de un profundo auto-análisis de mi persona, pero sí me encuentro en condiciones de responder a la primera: en este duelo se produjo una de las anécdotas más curiosas de la historia del baloncesto estadounidense, un fenómeno que difícilmente podría reproducirse en nuestro días, con miles de cámaras siguiendo cada cita, atentas a cada diminuto detalle.
La historia del partido es la que sigue: los Lakers derrotaron a Vancouver 95-82, vengándose de las declaraciones de George Lynch, un ex de los angelinos venido a menos intentando acaparar protagonismo. Resulta que Lynch, jugando en el peor equipo de la liga, se permitió analizar en un artículo el juego de los Lakers como inferior al del año anterior (con él en el roster), puntualizando que tenían talento pero les faltaban jugadores encargados de la intendencia, vitales para ganar partidos. Desde luego su análisis no estaba muy alejado de la realidad, pero lo único que logró fue motivar a la indolente tropa de Harris, que por supuesto colgó el articulito en sus respectivas taquillas. Con todo, tampoco es ésta la curiosidad por la cual estamos aquí, la que ha desencadenado esta entrada del blog.
Dentro de la estadística del partido llaman poderosamente la atención (aparte de los 31 puntos y 12 rebotes de Shaq, un día más en la oficina) las 23 asistencias que repartió Van Exel. El talento de Nick fue siempre indudable, y su habilidad para el pase importante (en todas las temporadas en las que superó los 36 minutos en pista se situó entre las 8 y las 9 asistencias por noche). Pero aquella no estaba siendo una gran temporada para él, y su explosión creativa sorprendió a propios y extraños (incluidos los que presenciaron aquel partido). Supongo que las sospechas comienzan a invadir vuestras cabecitas, al igual que las de todo el mundo en aquel día del invierno de 1997.
No voy a ser cruel ni a manteneros en ascuas: el enigma halló su resolución en la misma persona que lo ocasionó. Resulta que el tipo encargado de la mesa del marcador aquella noche en Canadá era un fanático de los Lakers (algo nada extraño por otra parte) que decidió divertirse y de paso echar una mano a uno de sus jugadores favoritos, en un acto lamentable y desleal para con la pureza del deporte. El individuo en cuestión llegó a reconocer que contó como asistencia la práctica totalidad de los pases del point guard angelino a un compañero vagamente cercano a armar el brazo para efectuar un tiro. Si las reglas NBA ya son bastante más agradecidas que las Europeas en el tema de los pases a canasta, contando además con la ayuda del tío de la mesa Van Exel logró su tope de carrera: 23 obsequios entregados. Una violación en toda regla a la cultura del box score, el mismo que muchos aficionados, sin posibilidad de ver los partidos, consultábamos en aquellos últimos años del S XX como si de la piedra filosofal se tratara.
Con el desarrollo actual de Internet y la enorme cantidad de retransmisiones disponibles un fraude como el anterior sería ya difícilmente posible, pero lo cierto es que en el resumen de la trayectoria de Nick The Quick figuran en un lugar destacado esas 23 asistencias bajo sospecha que un admirador decidió regalarle aquel día en Vancouver...
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