Nadie habla de los Utah Jazz. Desde que Carlos Boozer abandonara el barco, seguido poco después por el eterno Jerry Sloan y Deron Williams, el aficionado medio de la NBA ha alejado su atención de Salt Lake City. La franquicia del estado mormón carece de divos de primera línea, y eso significa poco menos que no existir más allá de las fronteras de Utah.
Pero el grupo de Tyrone Corbin (que heredó sin sobresaltos la manija de un equipo entrenado por Sloan durante más de 20 años) está inmerso en la tremenda batalla por los playoffs que se está librando en la conferencia oeste. El Wild West está que arde, las balas vuelan y 5 equipos luchan a muerte por 3 puestos de postemporada, 3 de ellos a día de hoy con el mismo record (27 victorias-24 derrotas).
Uno de esos equipos igualados son estos Jazz a los que nadie presta atención. Amparados en su feudo del EnergySolutions Arena, el grupo está funcionando mejor de lo previsto con un roster inferior en talento a priori del de otros equipos que naufragan en tierra de nadie (y sí, hablo de nuevo de los Kings...). Corbin tiene clara la premisa: volcar el juego en la zona. Balones a dentro es el mandamiento.
Y es que el poderío interior de los Jazz es su principal arma, casi su única baza para competir en condiciones. Al Jefferson lleva ya 8 años regalándonos su talento en el poste bajo, desde que Boston lo drafteara allá por 2004. Claramente infravalorado al haber formado parte de bandas del calibre de aquellos Celtics pre-Big Three o los Minnesota Timberwolves, Big-Al solo ha jugado unos playoffs en su carrera (precisamente en su temporada rookie), pero su capacidad anotadora y reboteadora le colocan en la élite de los 4-5s de la liga.
Al lado de Jefferson tenemos a Paul Millsap, cuyas reticencias inicales a jugar con Big-Al se disiparon para erigirse en uno de los mejores combos de juggernauts de la liga. Tras aprender al lado de Boozer, el alumno podría acabar superando al maestro. Por de pronto el rango de acción de Paul (sorprende su efectividad en el tiro de 6 metros) ya supera al de C-Booz, y año tras año aumenta sus prestaciones en habilidades accesorias como los robos de balón.
Más allá de los dos hombres grandes, los Jazz presentan al sophomore Gordon Hayward en constante progresión, a un Devin Harris que definitivamente se ha quedado en un base del montón, y un banquillo que está asombrando a propios y extraños y se ha situado discretamente entre las mejores segundas unidades de toda la competición (C.J Miles, Howard, Favors, Burks...).
Sin armar revuelo, en silencio, alejados de los focos...Los de Salt Lake City podrían volver a jugar más allá del mes de Abril. Y visitar la caliente cancha de los Jazz en una serie a vida o muerte no es plato de buen gusto para ningún equipo de la conferencia.
Compitiendo desde las sombras.
Miras la plantilla de los Jazz y dices tampoco son tan buenos como para poder dar la sorpresa pero es que los ves jugar y es una maravilla! Me gustaría ver a este equipo con un gran base (Harris no me convence). Además de ser competitivos ahora son un equipo que tienen un futuro brillante(Hayward, Favors,Burks, Kanter...)
ResponderEliminarSaludos
Estoy contigo en lo de Harris, prometía grandes cosas y se ha quedado en un base del montón. Los Jazz son lo que siempre han sido, un equipo de baloncesto serio y competitivo, sin grandes artificios pero con mucho trabajo detrás. Un saludo.
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