Durante el pasado Eurobasket pudimos disfrutar de un España-Alemania en el que se vieron las caras 2 de los nombres habituales en la discusión acerca de los mejores jugadores europeos de todos los tiempos: Pau Gasol y Dirk Nowitzki.
El nivel extratosférico que mostró el teutón durante los pasados playoffs (acaudillando a los Mavs a su primer anillo) le coloca siempre en cabeza de este particular ranking pero servidor, como muchos otros grandes fans de nuestro deporte, no puede evitar recordar a otro de los presentes en ese debate, seguramente el jugador más impresionante al que he tenido la suerte de ver en directo en una cancha de baloncesto. Mi padre me inculcó la afición a este santo juego desde pequeñito en la cancha del Club Baloncesto Villalba, con esporádicas visitas también al feudo del Real Madrid. Gracias a él tuve el privilegio de ver con 6 años a un genio de pelucón rizado hacer diabluras en la pista con la zamarra blanca. Los recuerdos no son todo lo nítidos que me gustaría, pero henchido de orgullo puedo decir en voz alta aquello de: "yo vi jugar a Drazen Petrovic".
El mago croata permaneció una sola temporada en el Madrid, que se llegó a bautizar como "la liga de Petrovic", en la que los merengues pierden la final contra el Barcelona pero ganan Copa y Recopa de Europa tras aquel mítico choque ante el Caserta de Óscar Schmidt. Gracias a Gigantes del Basket podemos ver una y otra vez aquel partido, en el que Drazen lideró al Madrid a la victoria anotando....¡¡¡62 puntos!!!. Monstruoso. En el equipo blanco Petro dejó una huella imborrable por su fuerte carácter ganador (que ocasionó serios roces con compañeros como Fernando Martín) y su letal combinación de talento y ética de trabajo.
Tras aquella hazaña, Petrovic inició su carrera en la NBA. En Portland choca con un entrenador (Rick Adelman) que no le otorga la confianza necesaria, y con las limitaciones inherentes a un nivel físico alejado del óptimo para competir con los profesionales estadounidenses. Ninguno de estos 2 factores detendría la voracidad y capacidad de superación de Drazen, que abandona Oregón tras temporada y media para triunfar en New Jersey. En sus dos temporadas completas en los Nets, el genio de Sibenik conquista la confianza total de la franquicia y, junto a Kenny Anderson y Derrick Coleman, transforma el equipo en uno de los más prometedores de la liga. Ambas campañas supera los 20 puntos por partido (20.6 y 22.3) con extraordinarios porcentajes de tiro y juega los playoffs, para acabar cayendo siempre en la primera ronda. El croata alcanza el rango de estrella de la NBA, pero su carácter emerge tras no ser nominado al All Star. Hasta tal punto llega el cabreo de Petro que se plantea un posible retorno al viejo continente por la falta de reconocimiento en la liga americana. Tipo de sangre caliente sin duda, algo común en los jugadores de los Balcanes.
Sin embargo el sueño tocaría a su fin en el verano 1993, con aquel maldito accidente de coche camino del torneo clasificatorio para el Eurobasket de ese año. Drazen, santo y seña del equipo croata (con el que llegó a disputar la final de la Olimpiada de Barcelona ante el genuino Dream Team de Jordan, Magic, Bird y cía, anotando 24 puntos), perdía la vida en la carretera. Quedaba así incompleta la obra de arte que había sido su carrera deportiva, pero nadie duda a la hora de incluir al base-escolta en el panteón del baloncesto europeo de todos los tiempos. Incluso los New Jersey Nets retirarían su mítica camiseta con el nº 3 tras solo 2 temporadas y media en la franquicia, tal fue su impacto.
Como guinda las palabras de Jordan acerca de nuestro protagonista: "Era un desafío jugar contra Drazen, siempre competía con gran agresividad. Nunca se ponía nervioso, iba a por mi con tanta dureza como yo contra él. Tuvimos grandes batallas en el pasado, muy pocas desafortunadamente..." Qué mejor homenaje que el respeto y la admiración del caníbal de los Bulls, un fan más entre la legión que adoramos al genio de Sibenik. Descanse en paz.
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